A través del duelo se reconoce la pérdida y se la acepta. En la melancolía (depresión) ni se reconoce ni se acepta.
(A. Lowen. La depresión y el cuerpo).
Los estados depresivos están asociados, en su mayoría, a la vivencia subjetiva de pérdida no elaborada adecuadamente, más o menos consciente. Entendemos pérdida en el amplio sentido de la palabra: personal, familiar, afectiva, social; y puede tratarse de algo externo a la persona, o de una experiencia interna. Por ejemplo, podemos perder una persona significativa, un trabajo, una etapa de la vida, expectativas de realización personal o la propia independencia.
Cuando las pérdidas desembocan en un ánimo depresivo, ocurre que eso que la persona ha perdido es algo o alguien con el que se sentía definido, que le otorgaba sentido, es decir, con lo que se identificaba, y de lo que internamente no se ha desprendido.
«Me siento perdido»
Por ejemplo, una persona que vive su profesión como su mayor fuente de satisfacción, con la que se define, y que da sentido a su vida, cuando se jubile no sólo pierde el disfrute y la satisfacción que le daba su labor profesional, sino que también pierde, de alguna forma, su identidad, la motivación por la que se siente útil y con la que se vincula a la vida.
En definitiva, esta persona cuando se jubila no únicamente pierde su trabajo, pierde todo este plus de significado: pierde parte de su identidad hasta el momento. Esto es lo que es difícil de encajar.
En otras ocasiones, el estado depresivo aparece y no detectamos ninguna pérdida concreta a priori.
Vida rutinaria
Sin embargo, poco a poco descubrimos las pérdidas significativas que la acompañan. Por ejemplo, una vida rutinaria, donde no hay un equilibrio entre las responsabilidades y el placer, donde las elecciones han sido tomadas para satisfacer a otras personas (padres, pareja, expectativas sociales…) más que a uno mismo, a la larga va creando una sensación de estar perdido, de “no saber quién soy”, de vacío o soledad. En este caso la pérdida está relacionada con haberse perdido a uno mismo como guía de la propia vida.
Desgaste o agotamiento
También nos encontramos estados depresivos por desgaste o agotamiento, por mantener una actitud de esfuerzo demasiado tiempo. En este sentido, tenemos el ejemplo de personas que conviven con estados de estrés o ansiedad que se alargan en el tiempo. En estos casos, se nos reduce progresivamente la capacidad de disfrutar y de movernos libremente en la vida, cada vez hay más situaciones que nos angustian y nos crean tensión, y tenemos que hacer un esfuerzo extra para cumplir con nuestras responsabilidades, o mantener nuestra vida afectiva y social. En definitiva, perdemos independencia, satisfacción y disfrute en la vida, nos sentimos agotados.
Ejemplos de pérdidas
Estos son otros ejemplos de pérdidas que pueden encontrarse en el origen de una depresión.
Pérdidas de:
- Proyecto vital, apoyo afectivo y estructura familiar ante una ruptura de pareja
- Pérdida afectiva y sentimiento de utilidad personal cuando los hijos se independizan “Síndrome del nido vacío”
- Status profesional, sentimiento de utilidad personal, sentido de la vida ante un despido
- Salud, independencia, movilidad ante una enfermedad grave.
- Juventud y estilos de vida por el crecimiento y maduración.
En estos casos la labor del psicólogo es proponer un trabajo enfocado a elaborar las pérdidas importantes y todo lo que significa para la persona, al tiempo que le ayuda a formar una identidad basada en sí mismo. Por ello es recomendable acudir a un psicólogo especialista en depresión que te pueda ayudar.
Rocío Molina
Psicóloga, Psicoterapeuta Gestalt
Co-Directora crezer
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